Una Vergüenza

Por: Carlos Adrianzen Cabrera

Si un medio decide acunar voces independientes y hasta antipáticas, bien por él. Si otro decide acunar voces alineadas y febriles, también, bien por él. Acordémonos que cada quien decide que periódico compra. Y en este tema solo vale reconocer la extrema, incomprendida y a veces incomprensible generosidad del consumidor de periódicos peruano.
Dado lo anterior y frente al cúmulo de visiones contrapuestas, confusiones, buenas intenciones, politiquería e intereses disciplinados involucrados en las discusiones públicas sobre la compra de las acciones del grupo Epensa por el grupo El Comercio no he podido contenerme de entrar en la fiesta y ofrecerles una visión desaprensiva del asunto.
En ésta no los aburriré hablando de los detalles de la operación. Solo enfocare dos cosas: su fondo técnico (un asunto pequeño y meridiano); y la deliciosa y supuestamente sesuda discusión política del asunto. Incluyo aquí las implicancias económicas de patear el tablero (desenlace hoy más que verosímil dada la indolencia, empatía selectiva y formación económica de nuestros gobernantes, figuras públicas, jueces y congresistas).
Técnicamente el asunto es simplón. La concentración industrial o la posición de dominio no están prohibidas en la ley Peruana. Con dinero transparente, cualquier medio podría comprar a los grupos El Comercio y La República en conjunto y solo habría problemas si el servicial Indecopi de nuestros días encuentra alguna infracción a la libre competencia.
Aquí los pedidos de inmediata intervención estatal implican solo ideología. Lo de que –de inmediato- los congresistas, los jueces o las monjitas deberían reunirse a discutir -y hasta concertar políticamente- si esto procede o no; resulta pura politiquería y dibuja otra muestra de inseguridad jurídica, con una penosa carga ideológica.
Y es que si a usted no le gusta la concentración industrial o el límite de velocidad en su calle es algo irrelevante. Pero no es seudo irrelevante como el bloqueo estatal a Conga (que dañó severamente al Perú y a la empresa que confió en nosotros, Newmont). Que no le guste a usted la ley es irrelevante, realmente. Esto a menos de que mañana se haga usted alcalde, presidente regional, congresista o presidente de la Republica.
Pero entonces… ¿por qué tanto experto u opinión autoritativa? Alguien podría decir porque en países como el nuestro es fácil aliarse o avasallar lo estatal en función a intereses privados. Por esto hagámosles caso, discutamos públicamente y ridiculicemos argumentos. A lo mejor alguien se lo toma en serio y la discusión se pone buena algún día. Pero no ignoremos cuánto daño causará al grueso de los peruanos que la aludida operación se caiga y algún criollito compre un grupo a precio más que conveniente…
Después de estos breves comentarios usted puede, con toda razón, preguntarse: ¿cuál fue la razón para escoger tan picante título? ¿Querría el autor despertar su curiosidad? ¿Describiría este título la esencia de la materia discutida? La respuesta aquí es muy sencilla: opté por este título porque -anticipando la formación no económica del presidente- es toda una vergüenza que sus bien pagados consejeros no lo hayan informado propiamente sobre aspectos elementales del marco constitucional y económico que rige al país; y le hayan hecho creer que -cada vez que algo no le gusta- él podría patear estentórea y deslucidamente el tablero.

Publicación autorizada por el propio autor para el Instituto Acción Liberal.

Originalmente publicado en el Diario El Comercio (08/01/14)